viernes, 28 de marzo de 2008

LA TEORÍA DE SISTEMAS EN ADMINISTRACIÓN: LA PRESENCIA INÚTIL

Dr. Cuauhtémoc D. Molina García
Yo entiendo por estructura un conjunto de componentes en relación. Cada componente, a la manera de los funtores, tiene una función que a su vez traslada o transmite a otros componentes otros objetos, información o inclusive ciertas consecuencias que le transforman y le ajustan, de nueva cuenta, a la estructura original. En este sentido, las organizaciones son estructuras cuyos componentes materiales, funcionales y humanos están en permanente relación y ajuste entre sí y también con los componentes de otras estructuras, internas o externas.
Un concepto relevante en toda estructura es el de relación; no existe estructura si sus componentes no están en relación eventual o permanente. La estructura es un continum sucesivo que nace como estructura y se sostiene solo a partir de sus relaciones estructurales.
En las organizaciones sociales, los componentes que se relacionan entre sí son diversos. Los materiales, por ejemplo, son elementos comunes a otras estructuras, incluso la información, pero el factor humano le concede a las estructuras sociales un matiz que les torna especiales y particularmente complejas. En este sentido, una estructura no es meramente una representación del conjunto, sino una realidad intrínseca y definitoria de la organización. Es, por decirlo así, su propia naturaleza. Es este componente humano el que concede a las estructuras organizacionales su capacidad de apertura, pero también su disposición a la “cerradura”, así como su aptitud a dar y recibir influencias por medio de la información.
Bajo estos lineamientos, una estructura es al mismo tiempo un sistema; no obstante, aquí se postula que la teoría de sistemas, en tanto tal, es propia de los ambientes físicos y biológicos. El propio Bertalanffy así lo sostiene al referir que el bagaje conceptual que le asiste proviene de las ciencias físicas y de la biología en particular. Por lo tanto, en las ciencias sociales podemos prescindir del enfoque sistémico si tenemos, y con riqueza, el punto de vista estructural, el cual nos ofrece una perspectiva que es primera y además anterior a la denominada teoría de sistemas y que, por otra parte nace en el campo de las ciencias sociales, sin necesidad de importar lenguaje ni discurso de la física o de la biología.

Pero en el ámbito de la administración, tanto la teoría de la organización como la práctica misma de la administración —vista como gestión y como gerencia— el enfoque de sistemas ha creado una moda, más que una necesidad. La práctica de la administración, como tal, si bien es un objeto de estudio abordado por diversas ciencias, en sí misma es un espacio epistemológico vacío. No existe la administración como campo de estudio y tampoco existe nada parecido a una posible “administrología”. Lo que si tenemos es una práctica gestional y procesal que reconocemos indispensable en las organizaciones y que ha sido vista como una praxis susceptible de ser explicada. Pero todas las explicaciones o teorías que sobre tal práctica administrativa se tienen, no provienen de “la administración”, sino de las ciencias sociales. Esto es, no existe una teoría formalmente rigurosa que sea administrativa per se; lo que si tenemos son diversas teorías que explican, por ejemplo, la motivación humana en el trabajo, pero tal teoría es por naturaleza psicológica y no “administrativa”. Lo mismo podemos decir de otros eventos que surgen y se dan en las organizaciones, como es el caso de la división del trabajo, sobre la cual se han postulado “principios”, pero que como fenómeno ha sido explicado por la economía pero por la administración. De hecho, los teóricos principales que han alimentado la práctica administrativa han sido inicialmente ingenieros (Taylor y Fayol son buenos ejemplos), luego llegaron los sociólogos, los economistas y los psicólogos, y han sido precisamente la sociología, la economía y la psicología la materia sustancial de donde han nacido las principales explicaciones (teorías) que sobre el fenómeno administrativo se tienen en la actualidad. De modo que lo que tenemos en las manos no son teorías administrativas ni teorías de la administración, sino teorías psicológicas, sociológicas y economicistas que explican procesos y fenómenos que si bien se dan en el campo de las organizaciones no son, en principio, propios de la administración a no ser que ésta sea contemplada aquí como actividad.
La teoría de sistemas lo que explica son procesos y eventos organizacionales, es decir, aquellos que concurren en las organizaciones, pero no en la administración en tanto tal.
¿Qué tenemos entonces? Lo que realmente tenemos es una confusión. Precisemos:

La administración es una actividad, y tanto lo es, que se explica como un proceso y se dice de él que es el hecho de obtener resultados por medio y a través de las personas. En este sentido no puede ser un campo epistemológico sino solo una actividad.
El proceso administrativo ha sido explicado, tanto como los hechos, eventos o fenómenos que concurren en el proceso administrativo formal. Pero las teorías que explican estos fenómenos no son administrativas de origen y naturaleza, sino sociológicas, económicas y psicológicas. Es la actividad administrativa —o sea la administración— la que es objeto de estudio, pero en modo alguno es una disciplina, ni tampoco una ciencia en sí misma.
Un objeto más riguroso de estudio es, en todo caso, la organización, campo en el que las disciplinas se han convertido en ínter y multidisciplinas para abordar de modo integral el campo complejo que deriva de las organizaciones. Pero la organización también es un objeto de estudio, y no una disciplina ni mucho menos una ciencia.

Entonces, en todo caso, lo que también tenemos son ciencias aplicadas a la administración y al estudio de las organizaciones, como en el caso que se da en la comunicación. No existe una “comunicología”, sino ciencias y técnicas que abordan la comunicación como proceso y como fenómeno. ¿Qué la comunicación tiene consecuencias sociales, económicas y políticas? Eso no tiene duda, pero tales efectos no provienen de una ciencia de la comunicación ni de una pretendida comunicología, sino de ciencias perfectamente autónomas (cuando menos en objeto) como son la ciencia política, la sociología, la psicología y la economía, e incluso la antropología. Esto nos lleva a dos preguntas, que en realidad es la misma aplicada en diferentes campos: ¿Se estudia la administración o lo que realmente se estudia son las ciencias y las técnicas de la administración?, ¿se estudia la comunicación o sus ciencias y técnicas?

Se piensa que la teoría de sistemas ha venido a poner “orden en el caos” porque se sostiene que existe una “jungla teórica” en la administración. Esto no es posible porque no es verdad. La administración no puede ser vista de otro modo sino como una actividad (también como una profesión) y como tal solo es objeto de estudio y no una ciencia, y por lo mismo carece de teorías. Si bien la mirada sistémica ayuda a establecer convergencias y unificación conceptual, incluso metodológica en diversos campos del conocimiento, la administración solo es una actividad que concurre y habita por definición en las organizaciones. En este sentido, una mirada sistémica puede ser sustituida por otra mirada, la estructural.
En realidad, lo que se predica de los sistemas también puede ser predicado de las estructuras. Por ejemplo, hay estructuras abiertas y cerradas, supraestructuras y subestructuras. Las estructuras tienen disfunciones (desgastes o “entropías) porque sus dirigentes son incapaces de interactuar con el entorno y ajustarse estratégicamente a él. Hay información que va y viene, porque precisamente las estructuras son un conjunto de componentes en relación e intrarelación. Por tanto, la teoría de sistemas, siendo una importación que algunos sociólogos ha hecho de la física y la biología, constituye una presencia inútil en las ciencias sociales. Para explicar los procesos y eventos organizacionales —y administrativos en tanto que ocurren en aquéllos— no necesitamos una teoría de sistemas, sino en todo caso una teoría de las estructuras. ¿Para que tenemos el estructuralismo? Por tanto, es falso que la teoría de sistemas haya venido a enriquecer “el campo de la administración”, que si tal campo existe no es otro que el de las organizaciones. El “enfoque” sistémico es, con preeminencia, una contemplación estructural. Por supuesto, Bertalanffy intentaba lograr una metodología integradora para el tratamiento de problemas científicos en los campos de donde proviene la teoría. Pero su aplicación en las ciencias sociales es forzada y constituye, además, un préstamo inútil porque el estructuralismo posee un lenguaje propio y ad hoc a los campos organizacionales. Lo que la teoría de sistemas ha traído a los estudiosos de los problemas organizacionales —entre cuyos procesos importantes esta el administrativo— ha sido solo un nuevo lenguaje, esto es, un discurso novedoso que viene a decir lo mismo que el estructuralismo había ya postulado.

Es verdad que el estudio de los continentes científicos —y sus propios contenidos— se ve favorecido por la teoría de sistemas, cuya meta queda perfectamente claro que no es aportar únicamente nuevos lenguajes ni tampoco simples analogías entre las ciencias, sino sobre todo tratar de evitar la superficialidad o la pseudociencia en el estudio de los campos. Pero este es un propósito, a la vez que un problema añejo de la epistemología y de los epistemólogos, pero no de la teoría de sistemas ni tampoco de los sistémicos. Si, como dicen sus panegíricos, la teoría general de los sistemas se apoya en dos columnas: los aportes semánticos y los aportes metodológicos, ¿entonces dónde queda el papel de la filosofía y, en particular de la epistemología?
En muchos sentidos, la citada teoría sistémica esta de más en el campo de las ciencias sociales. Pero los “teóricos” de la administración la han puesto de moda, y la presentan como insustituible. Deberíamos conocer más y a fondo las propuestas del estructuralismo, más allá de cómo lo presentan y entienden los “administrólogos” en sus libros de texto de licenciatura y maestría, con su ya clásica e insoportable levedad epistemológica.